Siento deciros que la novela se acaba aquí. A lo primero disfrutaba escribiéndola y viendo como la gente me dejaba algún que otro comentario con su opinión. Estoy harta de los lectores fantasmas, de aquellos que por muchos que les digas que te dejen su opinión sobre que les ha parecido el capítulo (tampoco pedía una biblia, con dos o tres lineas me conformaba) y que no me dijeran un simple "siguiente me encanta", seguían haciendo lo mismo ya que les entraba por uno y les salia por otro. Desde que tengo más lectores, menos siguientes me llegan y no lo entiendo. No os estoy diciendo que leais los capitulos en cuanto los subo, es más, siempre os digo que no os preocupeis por eso y os tomeis vuestro tiempo. Ni mucho menos os estoy obligando a leer la novela, pero no me deis falsas ilusiones diciendo que la leeréis cuando luego nunca me respondeis a los mensajes de nuevo capítulo. Me he cansado de todo eso.
En cambio, quiero agradecer a todos los que me han apoyado a hacer esta pequeña historia desde el principio, o simplemente se han ido uniendo por el camino. A todos ellos, lo siento muchísimo pero nada de lo que me digáis hará que cambie de opinión.
Sólo porque esto haya acabado no quiere decir que no podáis contar conmigo para lo que necesitéis. Podéis encontrarme en mi twitter @1DirectionSp___ o en mi tuenti (para agregarme pedidmelo por twitter).
Un placer haberos conocidos a todos, sois geniales. De nuevo GRACIAS.
Besiitos ChocolattoSoS y hasta siempre♥
FIGHTING FOR MY DREAMS... ∞
27 de agosto de 2013
18 de agosto de 2013
CAPÍTULO 25
Nunca había tenido
resaca pero aquella sensación de pesadez era lo más parecido que se me ocurría.
La cabeza me pesaba toneladas, como si desde la última vez en que estuve
consciente hubiera crecido considerablemente. Un pequeño movimiento era
suficiente para que dejara escapar un pequeño gemido de dolor e intentara no
volver a moverme. Aun sin abrir los ojos fui siendo consciente de que estaba
viva, o al menos eso pensaba. Siempre había creído en que una vez muerto ya no
sentirías nada, y mucho menos dolor, por eso fue por lo que me atreví a ir
abriendo lenta y cuidadosamente los ojos. Tardé varios segundos en
acostumbrarme a la oscuridad; fue entonces cuando me di cuenta de que me
encontraba en el suelo. Mis manos se encontraban atadas tras mi espalda,
rodeando una silla, y en la misma situación se encontraban mis pies y mis
piernas. Debí haberme caído al suelo mientras estaba inconsciente, razón por la
cual me dolía tanto la cabeza. Intenté incorporarme pero de nuevo un dolor
punzante en mi sien me lo impidió. Aquel pequeño esfuerzo había alterado mi
respiración, por lo que intenté calmarme. Piensa
Lucía, piensa algo, me repetía a mi misma una y otra vez. De hecho no podía
pensar con claridad estando en aquel lugar solo Dios sabía dónde. Intenté
recordar cómo había llegado hasta allí, pero lo único que fui capaz de recordar
fueron los últimos minutos en aquel extraño y siniestro pueblo, mientras esperaba
a que Cody saliera de aquella casa… ¡Cody, mierda! ¿Qué habría sido de él? En
aquellos momentos solo rezaba para que hubiera conseguido escapar de aquel
lugar y estuviera a salvo. Las lágrimas empezaron a inundar mis ojos. Nunca seré capaz de salir de aquí, pensaba.
Entonces recordé como le había dado mi móvil a Cody, intercambiándolo por el suyo.
Si todo había ido bien, el móvil seguiría donde debía estar: entre mis pechos.
Pero con las manos atadas y de aquella manera, no podía hacer mucho.
Justo en ese
momento se abrió la puerta, emitiendo un irritante chirrido. Por ella apareció
un hombre robusto y fornido. No pude verle la cara debido a la escasez de luz
en la habitación, pero pude calcular que tendría entre unos 30 y 40 años.
-Vaya, veo que
estás despierta –dijo acercándose a mí lentamente. Sus pesadas botas hacían
ruido al andar, haciendo que sus pisadas se hicieran notar en la estancia. Su
voz era grave y un poco ronca. Me traía vagos recuerdos…
Se agachó junto a
mí y me cogió sin delicadeza de la barbilla, haciendo que mi cabeza latiera
como un corazón arrancado sin piedad. Me giró la cara, observándome, para luego
soltarme, dejando que mi cabeza se recuperara dolorosamente en el suelo de
aquel mugriento lugar.
-¿Vas a decirme ya
dónde está el colgante?
Tardé unos momentos
en asimilar lo que acababa de preguntarme. Así que todo aquello tan solo por
una simple joya… Una simple joya que, como contaban las leyendas, podía
controlar el mundo.
-Te estoy haciendo
una pregunta preciosa, y no te lo voy a volver a repetir. ¡¿DÓNDE ESTÁ EL
MALDITO COLGANTE?!
-No lo sé –respondí
como pude. La última vez que lo vi, era Cody el que lo llevaba encima.
Suplicaba a Dios que no lo encontraran, o que al menos no lo mataran por mi
culpa.
-Con que esas
tenemos…
Se acercó de nuevo
a mí, esta vez más rápidamente, y me cogió de nuevo por la barbilla, pero ahora
con más fuerza.
-Vas a decirme
donde está escondido el puto trébol si no quieres que le pase nada a tu
amiguito…
-¿Cody? ¡¿Dónde
está?! ¡Qué has hecho con él!
-Vaya, veo que te
importa ese chico. Sería una pena que le pasara algo por tu culpa… ¿verdad?
-¡DÓNDE LO TIENES!
¡NI SE TE OCURRA TOCARLE UN SOLO PELO GILIPOLLAS! -¡Zas! Puñetazo que me llevé
en toda la cara, haciendo que me empezara a sangrar el labio.
-Mira niñata –dijo
de nuevo cogiéndome más fuerte todavía de la barbilla y obligándome a mirarle a
los ojos. –Vas a decirme dónde tienes lo que quiero o te juro que te vas a
arrepentir de esto.
-Ni se te ocurra
tocar a Cody –dije como pude entre dientes, escupiendo sangre a sus pies.
-Te lo he advertido
–dijo soltándome bruscamente la cabeza y volviéndose en dirección a la puerta.
-No pienso permitir
que destroces mi vida. No otra vez…
-Vaya, veo que el
tiempo no ha hecho que me olvides… -dijo girándose de nuevo para echarme una
última mirada llena de odio y asco. Dicho esto salió por la puerta y cerró de
nuevo con llave. Ahora sí que estaba perdida… Entre sollozo y sollozo, me quedé
dormida.
*Narra Cody*
Me giré por última
vez para contemplar su sonrisa. Pude ver el brillo de sus ojos: una mezcla de
miedo y preocupación que me pedían a gritos que no entrara en aquella casa y
nos largáramos rápido de aquel lugar. Pero como de costumbre, no le hice caso.
Me abrí paso
fácilmente entre la puerta casi derruida de la vivienda y me adentré en un
pequeño mundo lleno de sombras y oscuridad. Miré de nuevo hacia atrás, pero la
puerta se había cerrado de nuevo y me impedía ver más allá de ella. Cogí aire y
me puse a explorar por el lugar.
La casa no sería
demasiado grande, ni siquiera tenía planta superior, por lo que supuse que no
me llevaría demasiado tiempo inspeccionarla. Eché una ojeada al reloj: tenía
quince minutos; creo que me serían suficientes.
Empecé por la sala
principal, por su extensión y su forma supuse que se trataría del salón. No
había nada de especial: una televisión antigua con la pantalla rota, una vieja
radio, un pequeño sillón al cual se le veían los muelles… También había varios
tipos de jarrones y objetos decorativos, pero ningún rastro de joyas ni
colgantes.
A continuación, me
dirigí a la cocina. El polvo, presente en toda la casa, apenas dejaba ver el
modelo de las baldosas que cubrían aquella parte de la estancia. Los pocos
armarios que había estaban llenos de utensilios de cocina, todos ellos hundidos
en la misma nube de suciedad. Alcancé a ver alguna que otra lata de conserva al
fondo de varias sartenes y ollas, pero no me molesté en observarlas de cerca.
Miré el reloj: todavía tenía ocho minutos. Decidí que debía actuar rápido.
Debía pensar. Si fueras un ladrón, ¿dónde
esconderías tu tesoro más preciado?, me pregunté. De hecho no en un lugar como el salón o la cocina, un sitio donde pasa
más gente y puede descubrirlo. Si fuera yo, lo escondería en algún lugar de mi
habitación, un sitio dónde nadie pudiera sospechar que se esconde un tesoro… ¡Claro,
eso es! Debía encontrar el dormitorio de aquella casa. Al no ser muy grande,
supuse que solamente habría uno, dos como mucho. Seguí por el pasillo de mi
derecha hasta encontrar dos puertas: una de ellas daba al baño. No tenía más
dudas: la puerta de al lado era la correcta.
Un pequeño chirrido
al entrar en aquella nueva parte de la vivienda hizo que esperara unos segundos
en silencio para comprobar que todo seguía en su sitio. La habitación estaba
compuesta por una cama, un pequeño armario al lado de una mugrienta y sucia ventana
y una mesita de noche que sostenía una lámpara que en su tiempo debió de ser
bastante elegante. Miré de nuevo el reloj: tres minutos. Si no empezaba a
moverme, todo aquel tiempo perdido habría sido en vano. Sitios donde esconderías algo valioso que no quieres que encuentre
nadie, me repetía constantemente moviéndome por la habitación. A lo primero
pensé en que tal vez estuviera bajo alguna baldosa mal puesta en el suelo, pero
pronto descarté la idea al ver que todo el suelo estaba exactamente igual, con
aquella suciedad gris acumulada por el tiempo. Miré hacia atrás, dándome cuenta
que había dejado un leve rastro de huellas por donde había pasado. Empecé a
observar lentamente cada espacio de suelo en la habitación, buscando pistas de
algún posible reciente rastro. Mi mirada se detuvo a un lado de la cama, junto
a la mesita de noche, en el que se podía contemplar un pequeño trozo de
baldosa; me acerqué poco a poco. Al parecer alguien había estado ahí hacía poco,
y había estado en aquella zona un tiempo considerable para que el polvo del
suelo se desvaneciera lo suficiente para observar mejor la losa. Si el colgante
estaba en aquel lugar, no podía estar demasiado lejos.
Miré bajo las
sábanas y la almohada, en el cajón de la mesita, cogí la lámpara para
examinarla más de cerca, pero seguía sin haber rastro de la joya. Miré de nuevo
el reloj: llevaba quince minutos allí dentro. Si no salía pronto, Lucía
empezaría a preocuparse. Me esforcé al máximo por pensar en algo razonable,
pero lo único que mi instinto me decía es que estaba más cerca de lo que
pensaba. Espera, me dije. Con tan solo andar sobre el polvo, éste no
sale así porque sí. Es como si alguien hubiera estado frotando o algo parecido…
Entonces supe lo que tenía que hacer. Me agaché, poniéndome de rodillas y mirando
bajo el lecho. Un pequeño resplandor plateado colgaba de los muelles de la
cama. Tan solo estirar el brazo para arrancarlo de su escondite fue suficiente.
Como si de una
alarma se tratase, justo en aquel momento empecé a escuchar mi nombre. Alguien
me llamaba, o incluso peor: me gritaba. Me apresuré silenciosamente hacia la
entrada de la casa, poniéndome en cuclillas tras una de las mugrosas ventanas
al lado de la puerta. Me atreví a pasar la mano por el cristal para limpiar un
poco la suciedad y poder ver tras él. Lo que vi me dejó sin habla: un hombre de
negro tenía agarrada a Lucía, tapándole la nariz y la boca con un pañuelo
blanco. Alcancé a verle la cara: de unos 40 años, barba, mirada fría, con un
raro tatuaje de una calavera tras la oreja… Pronto cesaron los gritos. Lucía
había caído inconsciente en manos de aquel psicópata. Quise salir fuera y
gritar que la soltara, pero pensé que de aquella manera le estaría poniendo las
cosas demasiado fáciles. Antes de desaparecer calle abajo, lanzó una mirada
hacia mi dirección. No muy seguro de si me había visto, me agaché rápidamente,
apretando las rodillas contra el pecho. Por una vez en mi vida estaba asustado,
tenía miedo y no sabía qué hacer.
-¿Lucía, estás ahí?
¿Estás bien? ¿Lucía?
Una voz interrumpió
mis pensamientos. Escuché atentamente de nuevo, pensando que todo había sido
fruto de mi imaginación.
-¿Lucía? Joder,
¡¿hay alguien ahí?! ¡Que alguien conteste!
Entonces recordé
que tenía su móvil, y ella el mío. Lo saqué rápidamente del bolsillo y pude ver
que había alguien al otro lado de la línea.
-¿Sí? –respondí en
voz baja.
-¡Gracias a Dios!
Pensaba que me iba a volver loco. ¿Quién eres? ¿Dónde está Lucía? Necesito
hablar con ella ahora mismo.
-Soy Cody, hijo de
la familia de acogida con la que se aloja. En estos momentos Lucía no está…
disponible –respondí intentando apartar los gritos desesperados de súplica de
mi cabeza.
-Me da igual,
necesito hablar con ella. Dime que está bien.
-Verás, yo… Por
cierto, ¿quién se supone que eres?
-Soy… Soy un amigo.
Necesito hablar con Lucía, es urgente por favor.
-Lo siento, pero te
he dicho que no está disponible.
-Sé que está
pasando algo. ¿Dónde está Lucía y qué le ha pasado?
-Yo…
-¡CONTESTA JODER! –Suspiré.
-Esto no es fácil
de decir pero… -Cogí aire. –La han secuestrado.
-¡¿Qué?! Tienes que
estar de broma, dime que esto es una puta broma. No tiene gracia, ¿sabes? No
tiene ni puta gracia.
-Cálmate, ¿quieres?
-¡NO, NO QUIERO!
¡ACABAN DE SECUESTRAR A LUCÍA Y TU NO HAS HECHO NADA PARA IMPEDIRLO!
-Mira tío, tranquilízate,
te lo explicaré todo, ¿vale?
-¿PERO TÚ QUE PARTE
DE QUE NO ME VOY A TRANQUILIZAR NO ENTIENDES? –Se escuchó un pequeño “Pipip” procedente
del móvil. -¿Qué ha sido eso?
-Me temo que se
está acabando la batería. Esto no creo que dure mucho más.
-Voy para allá.
-¿Cómo? ¿Estás
loco? ¡Ni se te ocurra venir, es demasiado peligroso! –Ya no me importaba que
alguien pudiera escucharme.
-Mira, no me digas
lo que debo o no hacer. He dicho que voy a ir. De hecho ya estoy en camino.
-¡Cómo! Esto es una
broma, ¿verdad?
-No chaval, nada de
esto es una broma. Es la maldita realidad. No sé tú, pero yo no me pienso
quedar de brazos cruzados mientras secuestran a Lucía.
-Yo…
-William V. número
79, ¿no?
-¿Pero cómo sabes…?
-Lucía nunca ha
sido muy manitas a la hora de tratar con la tecnología. ¿Es esa la dirección sí
o no?
-Sí sí, al menos
donde yo estoy ahora mismo. A donde se la hayan llevado a ella no tengo ni la
menor idea…
-¿A qué esperas
para llamar a la policía?
-Estás loco. No
puedo llamar a la poli.
-¿Por qué no? ¿Acaso
no quieres salvarla?
-¡Claro que quiero!
Pero… es algo más complicado que eso. Llamar a la policía solo traería más
problemas.
-¿Pero en qué lio
se supone que estáis metidos? ¿Contrabando o armas?
-No, peor que eso…
¿Conoces la historia de los colgantes con los que antiguamente la gente creía
poder conquistar el mundo?
-No me jodas…
-No sé qué hacer
joder. ¡Maldita la hora en la que decidimos meternos en todo este lio! ¡Fue por
mi culpa! ¡Yo la animé a que jugáramos a los detectives! ¡SI LE HUBIERA HECHO
CASO POR UNA VEZ EN MI PUTA VIDA!
-Oye tío, cálmate.
En menos de dos horas estoy allí. Juntos solucionaremos esto, ¿de acuerdo?
-¿Dos horas? ¿Y qué
se supone que voy a hacer mientras? ¿Y si vienen a por mí?
-Es lo más pronto
que puedo llegar. Vamos a salvarla, ya verás.
-Gracias… -Las
lágrimas rodaban por mis mejillas cual rio desbordado.
-Por cierto, soy
Niall, Niall Horan. No estás solo. Vamos a salir de esta.
Ya no fui capaz de
escuchar nada más. El móvil se apagó, indicando que se había quedado sin
batería.
8 de agosto de 2013
CAPÍTULO 24
-Mamá, pasamos el
día fuera –anunció Cody antes de marchar.
-Está bien, tened
cuidado. Pasadlo bien –nos despidió sonriéndonos a ambos, sin saber en el
peligro en el que estábamos a punto de meternos.
Tras salir de casa
y actuar de la forma más natural posible nos dirigimos a la parte izquierda de
la vivienda, dónde un plástico negro desgastado por la lluvia y el tiempo
cubría uno de los tesoros más preciados de mi acompañante.
-¿Esperas a que me
suba en esa cosa? –dije incrédula mientras miraba como descubría una preciosa
moto roja y se quedaba admirándola durante unos segundos.
-No hay otra opción
–dijo arqueando una ceja, divertido.
-No me fio de ese
trasto –Las imágenes del accidente que cambiaron mi vida pasaron como un
destello de luz por mi mente, pero dándoles tiempo para poderlas recordar bien.
-Es seguro, confía
en mí. Este trasto, como tú lo llamas, lleva conmigo varios años y jamás me ha
traicionado.
-No estoy tan
segura de eso… -murmuré, pero alcanzó a entender el significado de mi frase.
-Esa vez fui yo
quien perdí el control, te lo expliqué. Y como ya sabes he cambiado, así que
haz lo que quieras pero yo voy a ir.
Apartó por completo
el plástico y lo dejó a un lado mientras se colocaba el casco, aplastando su
pelo rubio y dejando ver algunos mechones rebeldes que asomaban por la frente.
Abrió el asiento de la moto para sacar otro casco idéntico que me tendió con el
brazo estirado.
-¿Sabes a dónde
vamos? –pregunté.
-Yo no, pero esta
preciosidad sí –dijo señalando el pequeño pero inteligente GPS colocado bajo el
manillar. -¿Recuerdas cuál era la dirección?
-Pues ahora que lo
dices no he cogido el sobre ni la he apuntado, pero creo recordar que era “William V. n79”.
-¿Segura?
-Sí. –Tras teclear
la dirección en el GPS, anunció:
-Tenemos suerte,
nos pilla cerca, a 7km y medio. No tardaremos en llegar.
Me tendió de nuevo
el casco, del que dudé desconfiadamente durante unos segundos pero que al final
acepté dejando escapar un pequeño suspiro. Me subí a la moto y me agarré bien a
él, cual perrito asustado.
-Oye, que todavía
no hemos arrancado –dijo mirándome de reojo divertido.
-Calla y dale a esa
cosa.
Pude ver su sonrisa
antes de girarse para meter la llave y largarnos de allí a gran velocidad.
Dejamos atrás casas, calles, gente, vegetación; todo para llegar a un lugar en
el que ni siquiera sabíamos lo que haríamos una vez llegáramos, un lugar en el
que la suerte tanto podía estar de nuestra parte como podía jugárnosla, un
lugar en el que…
-Es aquí –anunció
apagando el motor.
-¿Estás seguro? Yo
no veo ninguna casa. Más bien no veo nada. Estamos en medio del campo, Cody.
-Tal vez tengamos
que caminar para encontrar lo que buscamos. O simplemente no lo vemos.
-Te diré lo que
veo: árboles, hierba, algunas flores, plantas… ¿He dicho árboles y hierba?
-Vamos, tiene que
haber algo aquí. El sobre marcaba esta dirección.
-El sobre, sí.
Pero, ¿qué has puesto en el GPS?
-He puesto lo que
me has dicho.
-A ver, déjame ver.
Le di un pequeño
empujón para abrirme paso y poder observar con detención aquel pequeño aparato.
-¿William Vernon?
¿De dónde has sacado ese apellido? –le espeté volviéndome hacia él.
-William Vernon fue
un hombre importante en la monarquía de UK hace varios siglos, y como solo
había una V pensé que se trataría de él… -explicó inocentemente pasándose una
mano por el pelo.
-¿No has pensado
que puede tratarse de un número? ¿William quinto quizá?
-Pues… no lo había
pensado.
-Anda, sube. Esto
nos va a llevar más de lo que pensábamos.
Nada más pronunciar
esas palabras, el tono de mi móvil inundó el lugar indicándome que alguien me
llamaba. Miré rápidamente la pantalla con la idea de ignorar a quien quiera que
fuese en aquellos momentos pero me detuve al ver su nombre, por lo que
descolgué.
-¿Sí, dígame?
–respondí aclarándome la voz.
-Lucía, ¿qué tal?
-Ho-hola Niall. Yo
genial, ¿y tú?
-También, supongo…
-¿Te ocurre algo?
-Me he enterado de
que Liam y tú lo habéis dejado –continuó ignorando mi comentario. –Lo siento,
de verdad.
-No te preocupes.
De hecho ha sido lo mejor. No estábamos cómodos con nosotros mismos.
-Entiendo. –Cody me
hizo un gesto para que me diera prisa; teníamos trabajo y el tiempo era oro.
-Lo siento Niall
pero he de dejarte. Tengo cosas que hacer –apresuré a despedirme.
-Claro, ¿hablamos
otro día?
-Claro… -tras una
breve pausa, añadí: -Da recuerdos a los chicos, diles que les echo de menos.
-Descuida. –Tras
otra pausa, continuó: -Cuídate, Lucía.
-Lo haré,
tranquilo. Hablamos luego.
Bloqueé el móvil,
pensando que de esa manera la llamada finalizaría; aunque para ser sinceros, la
tecnología y yo nunca nos habíamos llevado demasiado bien.
-¿Queda muy lejos
la dirección? –pregunté ya de camino.
-Tardaremos una
media hora si seguimos con este mismo ritmo.
-Oye… ¿Qué vamos a
hacer cuando lleguemos?
-Pues observaremos
un poco por la zona, comprobaremos que no hay nadie y entraremos a la casa.
-¡¿Entrar a la
casa?! Estás loco.
-No te estoy
diciendo que entres tú.
-Tiene que haber
otra forma de conseguir el colgante.
-Si lo prefieres
podemos esperar a fuera a que salga o entre el dueño de la casa, probablemente
con fama de ladrón y asesino y preguntarle amablemente si le gustaría tomar el
té con nosotros y ya de paso darnos la joya –dijo con tono irónico.
-Pero piensa en lo
que pasaría si nos pillara. Con un poco de suerte nos matará de un tiro. Al
menos será rápido.
-Exagerada. Eso no
pasará.
-Si vamos a entrar
ahí es un peligro que habremos de correr. Sabes que no es tan difícil que
suceda.
El resto del
trayecto hacia nuestro próximo destino transcurrió en silencio mientras me
agarraba con fuerza a la espalda de Cody, pensando en todas las desgracias que
podrían pasarnos allí dentro. Debido a la velocidad, nos habíamos visto obligados
a tener que hablar en voz alta, por no decir a gritos, cosa que provocó que no
fuéramos los únicos testigos de nuestra conversación.
Paramos delante de
un pequeño barrio de apenas una docena de casas. Aquel lugar me recordaba a una
escena de una película de terror, cuando de repente el monstruo sale de una de
las casas y con un poco de suerte sólo secuestra a la chica, o en caso
contrario a los dos acompañantes. Me sentía expuesta al peligro, como si varios
pares de ojos nos estuvieran observando detrás de cada ventana, de cada esquina
y cada rincón de aquel siniestro pueblucho, si es que al menos se le podía
llamar así a un par de calles con unas cuantas casas sin mucha vida esparcidas
a ambos lados de la calzada.
-Es aquí –anunció Cody
ayudándome a bajar de la moto.
-¿Estás seguro de
que no nos hemos equivocado otra vez?
-Estamos en la
calle William V. Ahora sólo falta
buscar el número 79.
-Cody… -dije
susurrando. Me miró a modo de respuesta. –Este pueblo me da mala espina. No sé
si es buena idea que nos metamos en este lío… Creo que deberíamos contárselo a
la policía y que ellos se ocupen…
-No hemos
hecho todo este camino para nada. Al
menos investiguemos un rato. No tardaremos.
-Bueno… Pero
rápido.
Empezamos a caminar
por aquel espacio desconocido y al parecer deshabitado, mirando a nuestro
alrededor por cada paso que dábamos, o al menos yo. Aquel lugar no me inspiraba
confianza para nada. Cada sombra se convertía en una figura gigantesca para mí,
y el leve sonido de nuestras pisadas me parecían ruidos ensordecedores llamando
a gritos que vinieran a por nosotros.
-Mira ahí –señaló de
pronto Cody, apuntando a una de las muchas casas destartaladas que había por
ahí. Le faltaban las ventanas y la puerta no parecía aguantar mucho más. Al
lado de esta, ya medio desconchado por el tiempo y la humedad, lucía el número “79”.
–Voy a entrar.
-N-no creo que sea
buena idea… -dije agarrándolo por el brazo para impedir que avanzara.
-Vamos, ¿has visto
este lugar? No hay coches, está todo abandonado. Dudo que haya gente viviendo
en un lugar como este. No tardaré, ¿vale?
-¡Espera! –Se giró,
mirándome a los ojos. –No quiero quedarme sola…
-Vamos, ¿no me
estarás diciendo que tienes miedo? Te creía más valiente –dijo con una media
sonrisa burlona.
-Es que yo… -dije
agachando la mirada hacia un suelo sucio como el hollín mientras pensaba en una
escusa convincente para que se quedara.
-¿Sí? –contestó arqueando
las cejas.
-Mi móvil apenas
tiene batería… Si te pasa algo y no puedes llamarme…
-Anda, toma –dijo sacando
su móvil del bolsillo lateral del pantalón y entregándomelo. –Dame el tuyo. –Se
lo entregué.
-Pero, ¿y si tienes
que llamarme y te quedas sin batería y te pasa algo y…?
-Lucía, tranquila –dijo
acercándose y poniéndome las manos en los hombros. –No me va a pasar nada, ¿de
acuerdo? Tardaré poco.
-¿Cu-cuánto es
poco?
-Dame un cuarto de
hora. Al menos para inspeccionar un poco por encima –contestó girándose por
última vez para dedicarme una de sus sonrisas al tiempo que me guiñaba un ojo.
Recé para conservar
aquella última imagen suya. No sabía si lo volvería a ver. Vamos Lucía, no te pongas melodramática. Cody tiene razón: aquí no vive
nadie, me dije a mí misma. Decidí guardarme el móvil en un sitio seguro, un
sitio donde nadie sospecharía de llevar algo escondido, sólo por si acaso. Finalmente
opté por escondérmelo en el sujetador: armas de mujer. Miles de dudas inundaban
mi mente, pero una en particular resaltaba entre todas: Si aquel lugar estaba
abandonado, ¿por qué el sobre marcaba esa dirección? Mis ojos se movían
inquietos de un lado hacia otro, intentando buscar indicios sospechosos de
vida, pero de nuevo fue inútil. Miraba el reloj a cada segundo. Cody ya llevaba
cinco minutos ahí dentro y estaba empezando a preocuparme. No creo que la casa
fuera más grande de lo que aparentaba por fuera. Venga Lucía, sólo lleva cinco minutos. Estará intentando buscar el
colgante. El colgante. Aquel maldito objeto sólo nos había causado
problemas desde el principio. En mi fuero interno maldije la hora en que volví
a por las zapatillas de Cody, el momento en el que me acerqué a Henry y vi en
sus ojos un pozo de desesperación. Cuando me entregó aquel trébol de plata…
Recordar sus últimas palabras fueron lo que me dieron un poquito más de
esperanza y de fuerza para no tirarme al suelo y agarrarme las piernas contra
el pecho, gritando el nombre de Cody. Necesitaba que alguien me abrazara en
esos momentos. Tal vez no había sido buena idea que Liam y yo lo dejáramos… Fue lo mejor y lo sabes. No te tortures más.
Un leve ruido me sobresaltó. Me giré bruscamente a derecha e izquierda, tocando
suavemente el móvil con una de mis manos por si necesitaba sacarlo rápidamente
mientras escuchaba atentamente. El mismo silencio inquieto reinaba de nuevo a
mi alrededor. Fui regulando lentamente de nuevo la respiración, aunque sin
dejar de tensar el cuerpo. 13 minutos. Cody saldría enseguida y por fin
podríamos coger de nuevo la moto para volver a casa y alejarnos de aquel lugar
para siempre. Entonces fue cuando pensé en llamar a alguien, pensé en llamar a Nu
y contarle toda la verdad y que me recriminara por ello, aunque después sería
la primera en abrirme los brazos. Pero no, no allí. Todavía tenía la sensación
de cientos de ojos clavados en mí, así que deseé con todas mis fuerzas que Cody
apareciera de una vez. Miré el reloj: 17 minutos. Se estaba retrasando, se
estaba retrasando. Seguro que le había pasado algo y no podría llamarme por
culpa de mi móvil sin apenas batería. Tranquilízate,
son sólo dos minutos. No son 15 ni 30, son dos. Seguro que no ha mirado el
reloj. En cuanto lo haga, saldrá. Pero no aguantaba ni un segundo más allí
parada esperándole. Cogí aire y di un paso hacia adelante para entrar en la
casa, pero algo me lo impidió. No pude siquiera avisarle, gritar su nombre,
llorar asustada… En ese momento supe que no había sido buena idea la de
explorar aquellas calles. Los últimos segundos en que mi mente estuvo activa,
fueron para recordar todos los buenos momentos vividos en Londres durante los
últimos meses, la gente tan maravillosa a la que había conocido. La última
imagen antes de caer en un sueño profundo fue la de Niall inclinándose sobre
mí, a punto de besarme. Entonces me arrepentí, me arrepentí de haber sido tan
idiota.
2 de agosto de 2013
CAPÍTULO 23
Mil perdones por tardar tanto. A penas he tenido tiempo estas dos semanas. Y mil perdones también por esta caquita de capítulo. Ya lo sé, es muy corto, pero prometo traeros algo mejor. Tened paciencia conmigo porfa. Y lo de siempre: gracias por seguir leyendo mi novela. Y comentadme en el blog, y si no podeis pues por twitter o tuenti. Os quiero♥
-¿A dónde vas? –me
preguntó Mary.
-Salgo a despejarme
un rato.
-¿Te importaría
traerte tres barras de pan a la vuelta?
-Claro, sin
problema.
-Gracias cielo
–dijo dedicándome una sonrisa. Le correspondí.
Tras coger lo
necesario salí por la puerta de casa para encaminarme a la calle. Hacía
bastante calor para tratarse de Londres, pero lo agradecía. Pocas veces se
podían disfrutar de días como aquellos. Me puse los cascos y me dejé llevar por
las primeras notas de Zayn en “Summer Love”. Una sonrisa tonta apareció en mi
cara al pensar en los chicos, en que aquellas hermosas voces que llegaban a mis
oídos eran reales, las conocía y ellos conocían la mía.
-¡Eh, mira por
dónde vas!
-Ups… lo siento
–dije poniéndome roja.
Tan absorta en mis
pensamientos y en la música que apenas había visto a ese hombre que ahora mismo
fruncía el ceño delante de mí. Llevaba gafas de sol y gorra a pesar de las
nubes que encapotaban el cielo y tímidamente dejaban entrever algún que otro
rayo de sol. El hombre no volvió a decirme nada más y se dio la vuelta,
continuando así su camino. Me quedé unos segundos mirándolo, sin ni siquiera
darme cuenta de lo que hacía. Para cuando salí de mi burbuja fui consciente de
que a aquel hombre de rostro no muy agradable se le había caído una carta. La
cogí rápidamente.
-¡Perdone, se le ha
caído...! esto… -Bajé el brazo al tiempo que miraba a mi alrededor. Aquel
hombre había desaparecido o bien el escaso tiempo en mi burbuja se había prolongado,
haciendo que solamente parecieran escasos segundos. Fue entonces cuando me
detuve a observar detenidamente la carta. Estaba cerrada, pero llevaba escrito
con no muy buena caligrafía una dirección que logré descifrar tras varios
intentos.
Pude alcanzar a
leer que iba dirigida a un tal “Roger
Charles Perkins”. Tras acercar y alejar el sobre varias veces, acabé
entendiendo que vivía en la calle “William
V. n79”. Respecto al remitente no había nada escrito, por lo que supuse que
sería imposible dar de nuevo con aquel extraño. Volví a mirar a mí alrededor,
aun sabiendo de que no encontraría nada ni a nadie.
No tenía ni la más
remota idea de qué hacer con aquella carta, por lo que decidí que la mejor
opción sería llevármela hasta que alguien la reclamara. Guardé el sobre en el
bolso y fui a comprar el pan para regresar a casa. Aquel extraño encuentro me
había quitado todas ganas de pasear.
Llamé a la puerta
de su habitación, para que segundos más tarde un Cody sin camiseta y con el
pelo revuelto me abriera la puerta.
-¿Pasa algo?
–preguntó, a lo que le callé pasando a su habitación y cerrando la puerta
detrás de mí.
-Es esto –dije
tirando la carta sobre su cama.
-¿Qué es?
-Esta mañana se le
ha caído a un hombre con el que he chocado. Para cuando quise devolvérsela
había desaparecido.
-¿La abrimos?
-No sé… Piensa en
la posibilidad de que venga el dueño de la carta y vea que la hemos abierto…
-Vamos, ¿de verdad
piensas que vendrá a por ella? Aunque quisiera, no sabe quién eres ni dónde
vives. En el fondo estás deseando abrirla.
-Bueno, tal vez no
sea tan mala idea…
Acabé sentándome a
su lado en un borde de la cama. Con un rápido y ágil movimiento de dedos abrió
el sobre, que a continuación puso del revés para que callera su contenido. Me
gustaría haber visto nuestras caras de película en aquel momento, ya que lo que
había dentro nos dejó de piedra: el colgante.
-Es… -No me salían
las palabras, pero no hacían falta para darnos cuenta de lo que sucedía en
aquel momento. Como si por arte de magia se tratara, el colgante que días atrás
nos habían robado, había aparecido de la nada ante nuestros confusos rostros de
admiración.
-Es el mismo,
¿verdad? –conseguí decir.
-Sólo hay una
manera de saberlo…
Tras comprobar que
la marca volvía a estar en su sitio, tras comprobar todos nuestros temores…
Llegó el miedo, apoderándose poco a poco de cada rincón de nuestro cuerpo.
-¿Crees que vendrá
a buscarlo?
-Si te soy sincero…
No tengo ni idea de qué hacer ahora.
Esas palabras
fueron como una puñalada en el costado. Si tan siquiera Cody sabía qué hacer,
estábamos perdidos. La preocupación empezó a tomar control en mi cuerpo,
haciendo que empezara a mover inconscientemente la pierna.
-Aunque hay algo…
-Levanté la vista y la fijé en su cara, que la mantenía mirando hacia el suelo.
–Podríamos ir a la dirección que indica la carta y… -Dejó la frase en el aire.
-No, eso es
demasiado peligroso. Imposible.
-Pero Lucía, es
nuestra única esperanza. Tarde o temprano descubrirán que tenemos de nuevo el
colgante y esta vez dudo que nos dejen vivos –dijo estas últimas palabras en un
murmullo apenas audible.
-No digas
tonterías.
-¿Tonterías? No
creo que sean tonterías. En el fondo sabes que llevo razón, aunque no quieres
darte cuenta.
-Cállate.
-Tenemos que
hacerlo cuanto antes. No tardarán en sospechar de nosotros. Me libré por una
vez, pero no creo que vuelva a poder salir de la próxima.
-Cody, cállate.
-¿Lo ves? Te encierras
en ti misma y te obligas a pensar a que todo esto no puede estar pasando.
Quieres alejarte de la realidad pero debes abrir los ojos, y ahora más que
nunca. No sabes en qué momento pueden tirar la puerta abajo y entrar a por
nosotros. No sabes si esta noche cuando vayas a dormir volverás a ver de nuevo
la mañana. ¿Te crees que a mí no me gustaría esconderme bajo las sábanas y
pensar que esto es sólo un sueño? ¡Mira hacia adelante, Lucía! ¡Mira a la
realidad, porque ella no va a desaparecer solamente porque tú lo desees!
-¡CODY, CÁLLATE! –exploté.
La ira y la rabia
fueron asomando a través de mis ojos, convertidas en lágrimas. Mi cuerpo fue
debilitándose hasta quedar sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la
pared y la cabeza entre las piernas, mientras me balanceaba suavemente para reconfortarme
a mí misma.
-Lo siento –susurró,
acercándose a mí y sentándose a mi lado. Me pasó un brazo por los hombros,
apoyándome en su pecho. No sé el tiempo que pasamos en aquella posición, pero
fue el suficiente para que mi respiración se regulara y calmara de nuevo.
Suspiré:
-No lo sientas. De
nuevo ha sido culpa mía, como de costumbre.
-No empecemos otra
vez el juego de echarse las culpas a uno mismo. Hemos perdido un poco los
nervios y ya está. –Asentí.
-¿Cuándo?
-¿Cuándo qué? –preguntó
algo confundido.
-Que cuándo vamos a
ir a… Bueno, a la dirección que está escrita en el sobre.
-¿Estás segura?
-Hemos de hacerlo,
Cody. Aunque ni tan siquiera estemos seguros de nosotros mismos. –Asintió.
-Tenemos que ir
esta tarde.
-¿Tan pronto?
-Es lo mejor.
Tenemos que pensar un plan, deshacernos de esta cosa que sólo nos da problemas.
De repente, como un
destello de luz, las palabras que tiempo atrás rondaron por mi mente volvieron
a asomarse para hacérmelas recordar.
“Él las mató…”
-Fue él. Él las
mató…
-¿Él, quién? ¿A
quién mató?
-Henry me dijo
justamente esas palabras: “Él las mató”.
Se refería a sus hijas y a su esposa. El tipo que anda detrás nuestra fue el
mismo que mató a su familia; el mismo que asesinó a toda esa gente inocente. Él
mismo que intentó matarte a ti.
-El mismo que no se
dará por vencido hasta tener lo que quiere.
-¿Qué hacemos?
-El primer paso es
ir a la calle William V. número 79 y ver qué encontramos. –Se levantó decidido
a salir de la habitación.
-¿A dónde vas?
-A por una mochila
y a por cosas de comer. Nos vamos ahora.
-¿Ahora?
-Cuanto antes
mejor, recuérdalo. No sabemos lo lejos que queda ese lugar.
-Pero…
-Tranquila, estás
conmigo, ¿vale? No te va a pasar nada –dijo guiñándome un ojo y saliendo de la
habitación, dejando la puerta abierta. Suspiré, apoyando la cabeza en la pared
y cerrando los ojos.
20 de julio de 2013
CAPÍTULO 22
“Sólo quiero que tengas claro que a partir de ahora,
más que nunca, estamos en peligro…” “…anda suelto, sabe donde vivimos…” “…estamos
en peligro…” “…ahora, más que nunca…”
Aquellas palabras
no dejaban de rodar por mi mente desde hacía varios días. No podía dejar de
darle vueltas a miles de preguntas sin respuesta, cada vez más abundantes según
pasaba el tiempo, el cual se me hacía cada vez más lento e insoportable.
-¿En qué piensas?
–dijo Nu asomando la cabeza por la puerta de mi habitación.
-No, en nada –dije
sentándome bien en la cama.
-Parecías ausente.
-Cosas mías, no
tiene importancia. ¿Cómo estás? –Fue la pregunta adecuada para que olvidara el
tema anterior y se sumergiera en un discurso precipitado.
-Mal, para que
mentir. Echo de menos a Harry, no puedo, ¡es que no puedo! Necesito estar con
él, necesito que me acune entre sus brazos, que me susurre te quieros al oído, que me diga que siempre estaremos juntos, que…
-Le pasé un brazo por los hombros, haciendo que dejara escapar un largo suspiro,
para continuar: -Me estoy planteando la idea de viajar a América.
-¡¿A América?! Tú
estás loca.
-¿Pero no te das
cuenta, Lucía? Es lo único que necesito en estos momentos y el resto de mi
vida. ¡Lo necesito a él! Sin Harry a mi lado la vida no tiene sentido. Nada
tiene sentido sin él.
-Pero Nu, cielo,
tienes que mirar hacia adelante. Puede que Harry no esté siempre a tu lado, él
tiene su vida y tú la tuya. No va a poder estar siempre a tu lado por mucho que
quiera… Tienes que entenderlo –dije posando mi mano sobre la suya.
-Lo sé, pero es que
es tan complicado… -suspiró. Justo en ese momento empezó a sonarle el móvil. No
tardó en cogerlo y dibujársele una sonrisa en el rostro al tiempo que
abandonaba la habitación.
Volví a tumbarme en
la cama. El aburrimiento podía conmigo y más en aquellos calurosos días de
verano, en los que ni el helado ni los ventiladores podían acabar con la
sensación de bochorno. En aquel momento mi móvil empezó a vibrar, señal de que
me estaban llamando. Estiré el brazo para cogerlo de la mesita.
-¿Hola?
-¡Lucía! Ya echaba
de menos tu voz. No sabes las ganas que tengo de verte.
-¡Liam! ¿Qué tal
por América?
-Genial, aunque un
poco agobiante. Hace mucho calor, apenas tenemos días libres y estamos
constantemente de un lado para otro. Pero las fans nos tratan muy bien. El otro
día…
Había dejado de escucharle.
Me levanté lentamente de la cama y me dirigí a la pila de ropa que tenía
amontonada encima de una silla. Inconscientemente, dejé el móvil a un lado y me
puse a rebuscar como loca, apartando y tirando la ropa al suelo, mientas los
nervios y la desesperación aumentaban por segundos.
-¿Lucía, sigues
ahí?
Cogí de nuevo el
móvil e intenté aparentar lo más tranquila posible.
-Sí, estoy aquí. Lo
siento, me habían llamado del piso de abajo.
-Lucía, ¿estás
bien? Te noto algo… preocupada, distraída.
-No, estoy bien,
¿por qué lo dices?
-No sé, seré yo.
-Seguramente. Estás
muy cansado, la gira te está agotando y eso que apenas lleváis un par de
semanas… Necesitas descansar más.
-Descanso todo lo
que puedo, aunque tampoco es demasiado fácil coger el sueño si estás cambiando
continuamente de horario. Creo que nunca seré capaz de acostumbrarme al jetlag
hahaha.
-¿Qué hora es allí
ahora?
-Pues ahora mismo
va a dar la una de la madrugada.
-¿Y me llamas a
estas horas? Tendrías que intentar descansar.
-Bueno, no hace
mucho que acabamos de llegar al hotel. Nos hemos estado duchando y comiendo
algo, y no tardaremos en irnos a dormir. Aquí cada uno está hablando por
teléfono hahaha. Zayn con Perrie, Louis hablando con Els, Harry con Nu y Niall…
bueno, Niall está hablando con su madre hahaha.
-Me lo puedo
imaginar hahaha. Hace un rato, antes de que Harry llamara a Nu, la pobre se estaba desahogando conmigo, diciéndome
que no podía estar tanto tiempo separada de Harry, que no imagina su vida sin
él… Lo está pasando realmente mal.
-Sobre eso… quería
hablarte de algo.
-¿Pasa algo?
-No, o bueno, sí…
El caso es que durante este tiempo que estoy aquí en América me estoy dando
cuenta de que lo nuestro no funciona muy bien, la verdad. No sé como
explicártelo. Yo… te quiero, Lucía, te he querido y te sigo queriendo mucho,
pero… Cuando estoy contigo la imagen de Danielle me viene a la cabeza y yo… La
sigo queriendo. –Tragué saliva.
-No tienes por qué
sentirte culpable –Conozco esa sensación. –Supongo que hay cosas que no podemos
remediar; que por mucho que intentemos olvidar siempre están presentes en
nosotros.
-No sabes cuánto lo
siento. Yo… quería decírtelo antes, pero no sabía cómo y no quería que te
sintieras mal ni nada… Y más ahora que los chicos y yo estamos tan lejos... Soy
idiota.
-No eres idiota,
Liam.
-Sí, sí que soy
idiota Lucía. Encima tengo el valor de dejarte por teléfono. Yo… creo que nunca
voy a ser capaz de perdonarme eso.
-Liam, no eres
idiota pero te estás comportando como uno. No tienes porqué culparte de todo
esto, ¿de acuerdo? Creo que los dos hemos tenido parte de la culpa. Queríamos
intentar olvidar a quien verdaderamente amamos con otra persona a la que
también queremos, pero no de la misma manera. Nos hemos equivocado, pero no
solo por eso tenemos que sentirnos mal por el otro. La gente comete errores,
pero de ellos se aprende.
-Tú… ¿estabas
enamorada de alguien?
-¿Estás celoso?
-Puede que ya no
seamos pareja, pero siempre vas a tener tu hueco en mí. Y ahora que estamos
siendo sinceros el uno con el otro, me gustaría saber quién es el afortunado.
-No es nadie
especial… No lo conoces.
-¿Es de España? –Tragué
saliva de nuevo.
-Sí, es español.
Fue mi primer amor en… el instituto. Siempre había estado perdidamente
enamorada de él desde que supe de su existencia –Su sonrisa inundó mi mente, su
imperfectamente perfecta sonrisa. –Fue un amigo el encargado de presentarnos,
aunque no empezamos con muy buen pie… -Recordé con una sonrisa la primera vez
que nos vimos, cuando bajó la mirada avergonzado pidiendo disculpas, al tiempo
que yo también me sonrojaba. –Pero poco a poco fuimos hablando, ganándonos nuestra
confianza… Y de alguna manera, surgió, aunque no como yo realmente esperaba. –Sus
preciosos ojos que se hacían más pequeñitos cuando sonreía.
-¿Qué pasó? –estaba
en silencio, escuchándome atentamente.
-Él era uno de los
chicos más guapos del instituto, tenía miles de chicas a su alrededor… Por
alguna extraña razón, acabamos distanciándonos. Apenas hablábamos, y de alguna
manera, pensamos que el otro estaría mejor sin la otra persona, que nos
olvidaríamos de aquello y que reharíamos nuestras vidas. Seríamos felices… -Mis
lágrimas resbalaban por mis mejillas mientras veía como se alejaba cada vez más
en mi mente, hasta ser un punto lejano en la distancia. –También nos
equivocamos, pero no supimos reconocer nuestro error. Nunca llegamos a decirnos
lo que sentíamos el uno por el otro. Supongo que teníamos miedo de que el otro no
pensara igual, miedo de fastidiar nuestra amistad y perder a la persona que más
amábamos. Pero estábamos ciegos para darnos cuenta de lo mucho que nos necesitábamos…
-Lo siento. Todo
este tiempo hemos estado torturándonos a nosotros mismos. Sé que la relación
entre nosotros jamás volverá a ser igual, pero quiero que sepas que puedes
contar conmigo para lo que necesites, aunque nos encontremos a miles de
kilómetros de distancia. –Sonreí.
-Gracias, Liam.
Danielle es muy afortunada de tenerte. Cuídala.
-Lo haré, pero no
creas que por eso no voy a dejar de cuidarte a ti también. Sé feliz y lucha por
lo que quieres. Te mereces algo grande, alguien que te quiera y sepa reconocer
lo afortunado que es al tenerte entre sus brazos. Vales mucho Lucía, no lo
olvides. –Las lágrimas salían sin previo aviso de mis ojos, dificultando la
vista, desahogándome por lo estúpida que había sido todo este tiempo, aún
sabiendo a quién quería realmente. Ahora estaba segura, y no pensaba dejarlo ir
otra vez.
-Gracias Liam, por
todo.
-Gracias a ti,
pequeña. Pero entre los dos hemos sido capaces de darnos cuenta de la realidad.
Cuídate. Te quiero.
-Yo también te quiero,
Liam. Descansa…
Colgué el teléfono
con manos temblorosas. Miles de recuerdos pasaban por mi mente. Sus manos, su
sonrisa, la forma en que nos mirábamos, aunque en esos momentos no
comprendíamos el significado del lazo que unía nuestras miradas cada vez que se
cruzaban.
Me limpié las
lágrimas. La vida me había dado una oportunidad, y no pensaba dejarla ir de
nuevo. Me puse de pie y entonces fue como si la realidad me hubiera golpeado de
lleno en la cara: el colgante. Lo había dejado en aquel montón de ropa la pasada
noche, cuando me puse el pijama y me fui a dormir. Pero ahora no estaba. La
desesperación empezó a inundarme de nuevo, pero me obligué a coger aire varias
veces antes de estar segura de haberme calmado un poco. Era imposible que no
estuviera, es más, seguramente se habría caído por el suelo o estaría entre
alguna prenda de ropa, así que me puse a buscar.
Media hora después
andaba de un lado para otro de la habitación, agarrándome los pelos al tiempo
que intentaba pensar en algo lógico. Podían haber sido ratas. Claro, eso es.
Anoche entraron ratas y se llevaron el colgante. Las ratas entraron en mi
habitación y fueron directamente hacia la silla, dónde se encontraba el
colgante y robarlo para luego ponérselo ellas
mismas, venderlo por ahí o simplemente destruir el mundo, ¿verdad? Lucía, esto no es una película de dibujos. Intentaba
poner orden a los miles de alborotados pensamientos que rodaban por mi mente,
pero ninguno era lo suficientemente normal como para explicar porqué el
colgante había desaparecido. ¿Y si había sido un pájaro? Podría haber entrado
por la ventana y… ¡Claro, eso es! ¡La ventana! Fui rápidamente hacia ésta, para
comprobar todas mis sospechas. Una pequeña abertura que separaba el alfeizar y
el cristal dejaba entrar la fresca brisa de un Londres matutino. Recuerdo
perfectamente que anoche cerré la ventana, pero olvidé por completo echar el
cerrojo. Tonta, tonta, tonta, era lo
único que lograba repetirme.
La puerta de la
habitación se abrió, al tiempo que Cody asomaba la cabeza y me daba los buenos
días. Su semblante cambió cuando le hice señas de que entrara y cerrara la
puerta.
-¿Qué pasa?
-Verás… No sé como decírtelo…
Yo, bueno, creo que anoche robaron el colgante.
-¡¿Cómo?! ¿Estás
segura? –Asentí.
-Yo… lo dejé encima
de ese montón de ropa –dije señalando la silla. –Pero cuando he querido echar
mano esta mañana, ya no estaba…
-¿Pero cómo ha
podido pasar?
-Bueno, anoche no
cerré la ventana con el cerrojo… Y ahora he visto que estaba un poco abierta,
así que supongo que habrá entrado por ahí.
Ahora era Cody el
que andaba de un lado para otro de la habitación, llevándose las manos al pelo.
-¿Estás enfadado? –susurré.
-No –respondió bruscamente.
-Cody, no era mi
intención. Sabes perfectamente que yo jamás hubiera…
-Lucía, tenemos que
hacer algo.
-¿Y qué podemos
hacer? Se lo ha llevado, no sabemos dónde vive, ni quién es… Hemos perdido,
Cody. Es imposible dar con él.
-No, no es
imposible. Tal vez veamos a alguien extraño por la calle. Podemos seguirlo y
ver hasta dónde nos conduce.
-Cody, piensa un
poco. Hay miles de personas en Londres. Jamás conseguiríamos dar con él. ¿Qué
pretendes, que sigamos a cada sospechoso que encontremos por la calle? Es de
locos.
-No hay otra
opción.
-Mira, la historia
que nos contó la chica de la joyería… Seguramente es falsa. Es imposible
controlar el mundo con dos colgantes.
-Pero salió la
marca.
-Sí, salió. Pero una
cosa es que salga una marca y otra muy diferente que se pueda controlar el
mundo con dos objetos como esos. Es sobrenatural, irreal, no se puede.
-Entonces, ¿nuestra
misión acaba aquí?
-No veo que podemos
hacer más. Déjalo. Es un loco sin remedio. La policía no tardará en dar con él,
no sin antes comprobar que perdía el tiempo con tonterías.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)